11.3.08

CIÉNAGA



Una ciénaga será mi guarida.
La eternidad vendrá.
Nunca.
Los sueños inquietos en mí.
¡Nunca!
El regreso al remanso húmedo
de tu piel.

Pardusco y hediondo sufrir.
Moho de sangre.
Grietas de inmundicias.
Escondido como una mancha indeseable.
No es heroico, ni valiente.
No es martirio, ni redención.
Es sólo un terrible pantano.
Negro y pegajoso entorno.
Agobiante.
Asfixiante.
Insoportáblemente sucio.
Eterno.

El tiempo ha de irse y se irá.
Tú has de irte y te irás.
Yo he de irme.

Entumecidos mis brazos,
se prenden a la tierra muda,
quieta, confusa.

¡Inertes!
Mis sueños cultivados con esmero.
Inertes.
Los pétalos de tus labios sobre mí.
¡Ya no pueden traerme de regreso!
Ya he de hundirme y envolverme
en esa substancia,
negra, fría, y repugnante,
de una vida inerte.



18 de Septiembre de 2001. Amparo Carranza Vélez

RULETA


Volveré a los mismos casilleros,
volveré a los mismos colores,
a los mismos números.

Dar vueltas en un mismo juego.
En un sin fin de giros.

Soy la blanca esfera
que dicta el destino de tantos.

Encerrada
en el mismo círculo.

Y otra vez me arrojan.

Y otra vez salto,
y brinco
nerviosa, enérgica,
pensando que llegaré a un lugar distinto.

Hasta que la fuerza amengua
y vuelvo a girar
en ese disco de madera,
con números, con cubículos,
con los nuevos destinos
que nunca han de ser los míos.


27 de Noviembre de 2000.
Amparo Carranza Vélez.

LUZ DE CIPRÉS


Devuelve la luz al ciprés,
detrás de las colinas de mármol.
Y vierte la lluvia cálida,
sobre los nombres escritos y olvidados.
Camina en esas calles diminutas
de maqueta sin vida.
Recorren el moho y el llanto,
la pendiente del lecho oculto.
No busques la forma de mi cuerpo
que he dejado a sabiendas.
No trates de oír mis viejas palabras.
Deja que la naturaleza me tome
me desintegre,
me vuelva liquen, hiedra,
polvo, piedra.
De persona a materia.
De materia a luz de ciprés.
A sombra de árbol.
A nada desvelada.
A estrella nueva.

Enero del 2000. Amparo Carranza Vélez

LABERINTO DEL IMPOSIBLE


Llegaré al fuego de tus manos.
Callaré la tormenta de tu boca.
Se despliegan los cuervos
y vuela lejos el manto violeta
de la tristeza.

Te busco en ese laberinto
del imposible,
y llego al calor de tus silencios,
al incienso de tus ojos.

Guardián de los sueños,
espejismo, duende.

Cada vez que te veo, desapareces
y dejas una ciudad de tumbas.

Caen, caen,
pedazos de estrellas.

Caen, caen,
océanos ahogados.

Y crecen, crecen,
ánimas vacías de la tierra.
Sonámbulas sombras inciertas,
serpientes sigilosas.

Crecen y crecen
las distancias,
el desierto vacío de ti,
el anhelo de horas y días,
la espera,
la separación de los muertos,
el tiempo.

Y caen de nuevo
sobre mis párpados
las negras plumas.

Caen los otoños,
caen los cuerpos, los pasos, la luna,
y retumban en el eco vacío.

¿Llegaré?
¡OH! Maestro de lo intangible.
Camino desdibujado.
Recipiente de mis llantos.

¿Llegaré a tus manos?
Al hueco de tus labios
que soplan vida,
al refugio de ese saber,
de ser dos,
de ser y poder al fin
dejar de ser.

29 de Septiembre de 2000. Amparo Carranza Vélez.

LOCURA

Traigo los horizontes de la locura.
Cargo con el frenesí del ocaso.
Y con la amenaza de existir.

Pesan sobre mí los terribles del oro.
Busco el olvido y
no llego.

Vienen a buscarme
Vestidos de putridez.
Vienen arrastrando sus carnes.
Y sus bocas huecas,
llenas de codicia.

Ya no respiro.
Este extraño inerte.
Autómata de cubículos.
Abúlico, entumecido.

Encierran mi ser
en el tiempo y en humo ácido.
Cortan cien veces mis pies.
Mutilan mis alas con espejos.

Cárceles de aire.
Cárceles de la mente.
Laberintos infinitos.
Pensamiento atado.
Conocer vano.

Vivir sin vivir.
Vivir como me han enseñado.

25 de Mayo del 2000. Amparo Carranza Vélez.

INERTE.


Tajante y agudo
el corte, la herida.

Vuelvo mis ojos
y sólo encuentro el vacío.
Se acallaron las rocas,
murió el cielo.

Mis manos se hunden en la negrura
de un océano incontenible.

He de hundirme profundo,
más profundo
hondo,
más hondo.
Hasta nunca dejar de hundirme,
casi hasta desaparecer.

Desaparezco y vuelvo a vivir
sólo el ahogo condenado
de sólo mirarte.

Mientras un ejército me contiene,
me desgarra la piel.
Mirar y permanecer
en la inexistencia,
en la grandeza de la sangre.

Quieta, muda,
inerte,
sin lágrimas,
sin otra opción que el mirarte.

20 de Agosto del 2000. Amparo Carranza Vélez.

ESTARÉ EN LA NOCHE ETERNA

Estaré aquí esperando la noche eterna,
en que se acallan los cuerpos.
Cuando el viento se aquieta.
No habrá mas sentido que la oscuridad,
más música que el silencio.
Donde la materia crece en polvo,
y los violetas se condensan
en un vestido inmutable.

No veré el día.
No veré la noche.
No estaré.

Estaré dentro de la noche
liberando mi cuerpo de las ataduras inciertas,
de esos límites creídos,
en la existencia perdida.

Enero del 2000. Amparo Carranza Vélez.

EN LA NOCHE SIN RETORNO


En la noche sin retorno
vuelco el vacío al infinito,
más allá de las estrellas,
más lejos que el delirio.

Encuentro en el hueco negro
el pozo negro de tus labios.

Como remolino histérico
Las fuerzas me hunden en su caverna.
Ya no respiro, ya no me muevo,
me dejo caer ante el triunfo de lo salvaje.

Me desprendo del lenguaje,
busco el silencio,
mis manos escriben en la oscuridad,
en el ahogo de los alientos.

Eres un macabro ángel,
con alas de niebla,
con cuerpo de fuego.

En la noche sin retorno,
traspaso el portal del espejo,
me dejo desarmar,
me doblego en tus manos,
me hundo en el pozo sin fin,
me interno en tu laberinto
y así perderme lejos de este cuerpo.




12 de Febrero de 2000.
Amparo Carranza Vélez.

3.3.08

HIELOS

Hielos en tus pasos.
Distancias marcadas de gris.
Viento del aullido callado.

Hay miedo en los hielos.
Hay violencia de frío.

Distante como un cóndor,
suspendido eternamente
en lo inalcanzable.

Imposible de soplar.
Imposible de tocar.

Este amor avivado,
fortalecido,
encarnado.

Hielos eternos.
Hielos.
Eternos hielos de lo imposible.

Blanca nada de la muerte.
Memoria de nieve
y rocío de espinas en mi piel.
Baño de torturas.

Siempre te escapas de mis manos.
Copo de blanco permanecer.
Eres el grano desintegrado
del último paraíso.

28 de Marzo de 1999. Amparo Carranza Vélez.

ENTRE LAS PIEDRAS


Escucho tu aliento

entre las piedras.


Danza escurridiza

un ánima en el viento.

Y cae una última llovizna sobre tus huellas.


¡¡¡Rasguño la tierra para encontrarte!!!


Busco encontrarte con mi piel.

Mi piel con matices de gris,

para que reviva

en el trueno de tu recuerdo.


28 de Marzo de 1999. Amparo Carranza Vélez.

LA VISITANTE


Viene.

Vino.

A visitarme.

La muerte.


Con sus ojos violetas,

su máscara de polvo,

su sonrisa de marfil.


Se sentó a mi lado

y me susurró uno a uno,

todos...

cada uno,

de los nombres perdidos.


Me tomó de la mano

y suspiró,

los vientos de los mares del hielo.

Abiertas las fauces de la noche.


Me miró a los ojos,

abrió su manto de moho y soledad,

y en su frialdad me dio cobijo.


Refugio estático.

Voz estática.


Me toma.

Me toma la muerte como compañera tácita

de sus andanzas,

de sus recuerdos,

de su risa en el tic-tac del reloj,

de su loca danza en la noche.


Habla, Muerte, habla.

Nunca me has nombrado.

Di, Muerte, di.

Mi nombre.

Busca, Muerte, busca.

Mi costado.


3 de Mayo de 1999. Amparo Carranza Vélez.

EL TREN


El tren de aire,

sigue sin regresar, sigue y se desliza.

A través de nieblas y humos,

de largos inviernos,

de lánguidos otoños desprendidos.


Se detiene en la estación de un rostro.

Su nombre no importa.

El saber el nombre

no otorga poder sobre el rostro.

Y cual felino salvaje, se aleja.


Comienza su viaje nuevamente,

sobre un campo de hierro,

sobre esos dos horizontes.

Futuro y pasado.

Pasado y futuro.


El presente,

es la imagen que logro divisar,

y en esa imagen nunca te encuentro.


Tu rostro ya dejé.

Y mi última estación llegará sin ti.

Sé que será sin ti.

Como siempre lo ha sido.


Recorro el tiempo sobre los hilos de plata,

llenos de sangre derramada,

vacíos de sol,

llenos de barro y lluvia desquiciada.


Por más que quiera volver,

el tren sigue, sigue, sigue

su ruta enceguecido,

loco, desatado, sin control,

manejado por el grito sutil,

el sonámbulo,

el muerto con poder.


Atada, me arrastra consigo,

como torbellino de ruidos,

remolino de sangre,

tornado, huracán.


Me arrastra hacia el silencio inmenso,

hacia la única esperanza de olvido,

hacia el final metálico y cortante.


Absolutamente blanco.

Absoluto.


3 de Mayo de 1999. Amparo Carranza Vélez.

INCÓGNITA


Sonrisa anónima

en mi desierto.

Un hilo de agua sostiene mi mundo.

Mis manos se quiebran

en las arenas del olvido.


La clave del misterio

en tu rostro.

Una incógnita.

Un profundo abismo de negrura,

en tus supuestos ojos.


Se esparce la muerte dentro de mí.

Se enardece el arañazo sobre el espejo.

Se estancan todos los pantanos.

en mi garganta.


Y permanecen.

Permanece la imagen quieta de tu recuerdo.


Una máscara de tormentoso mirar.

Esa máscara tuya.


Sonríes…

Mientras me estrangulo.

Sonríes…

Como un macabro arlequín.


Arlequín del misterio.

De ese misterio de dolor.

¡Nunca te vi, ni te veré!


4 de Septiembre de 1998. Amparo Carranza Vélez.

INCONCLUSA


Una caída.

Un golpe.

La mudez.

La negrura eterna.


Antes de tiempo…

Decidiste irte antes de tiempo.


Y tu danza no persistirá

en la vida de altibajos,

ni tu mente ha de pender más

del hilo de los recuerdos.


Como música irrepetible,

tus notas inéditas,

callarán en el “nunca”.

¡Para ti ya no hay más “quizás”!


Te silenciaste,

como un instrumento de museo,

como un ave dentro del océano.


La ventana.

La inmensidad.

Tu libertad.


Inconclusa música de tu alma.

Silencio en los ángeles de tu nombre.


(Y uno se acostumbra a tu silencio)

Antes de tiempo…

Decidiste irte antes de tiempo.


11 de Agosto del 1998. Amparo Carranza Vélez.