11.3.08

INERTE.


Tajante y agudo
el corte, la herida.

Vuelvo mis ojos
y sólo encuentro el vacío.
Se acallaron las rocas,
murió el cielo.

Mis manos se hunden en la negrura
de un océano incontenible.

He de hundirme profundo,
más profundo
hondo,
más hondo.
Hasta nunca dejar de hundirme,
casi hasta desaparecer.

Desaparezco y vuelvo a vivir
sólo el ahogo condenado
de sólo mirarte.

Mientras un ejército me contiene,
me desgarra la piel.
Mirar y permanecer
en la inexistencia,
en la grandeza de la sangre.

Quieta, muda,
inerte,
sin lágrimas,
sin otra opción que el mirarte.

20 de Agosto del 2000. Amparo Carranza Vélez.

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