3.3.08

EL TREN


El tren de aire,

sigue sin regresar, sigue y se desliza.

A través de nieblas y humos,

de largos inviernos,

de lánguidos otoños desprendidos.


Se detiene en la estación de un rostro.

Su nombre no importa.

El saber el nombre

no otorga poder sobre el rostro.

Y cual felino salvaje, se aleja.


Comienza su viaje nuevamente,

sobre un campo de hierro,

sobre esos dos horizontes.

Futuro y pasado.

Pasado y futuro.


El presente,

es la imagen que logro divisar,

y en esa imagen nunca te encuentro.


Tu rostro ya dejé.

Y mi última estación llegará sin ti.

Sé que será sin ti.

Como siempre lo ha sido.


Recorro el tiempo sobre los hilos de plata,

llenos de sangre derramada,

vacíos de sol,

llenos de barro y lluvia desquiciada.


Por más que quiera volver,

el tren sigue, sigue, sigue

su ruta enceguecido,

loco, desatado, sin control,

manejado por el grito sutil,

el sonámbulo,

el muerto con poder.


Atada, me arrastra consigo,

como torbellino de ruidos,

remolino de sangre,

tornado, huracán.


Me arrastra hacia el silencio inmenso,

hacia la única esperanza de olvido,

hacia el final metálico y cortante.


Absolutamente blanco.

Absoluto.


3 de Mayo de 1999. Amparo Carranza Vélez.

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